Capítulo 819

En ese momento, Samuel se acercó por detrás de ella y dijo: —Señorita Camila, no grite, la insonorización aquí no es muy buena. Si alguien escucha, podría pensar que estamos haciendo algo malo. El pequeño rostro de Camila, del tamaño de una palma, ya se había sonrojado. Ella pensaba que él ya había terminado de ducharse; en realidad, él sí había terminado, pero aún no se había vestido completamente. No, para ser exactos, él sí se había puesto los pantalones de traje negros, pero estaba desnudo de la cintura para arriba. Hace un momento, ella lo miró apresuradamente; su piel era de un saludable color trigo, el pecho desarrollado, hombros anchos y cintura estrecha, con abdominales marcados. Esa curva perfecta en su cintura, envuelta en sus pantalones de traje, dejaba volar la imaginación y resultaba fascinante al instante. Ese impacto visual era demasiado fuerte. Para alguien como Camila, cuyo mundo emocional había estado vacío durante tres años, sentía que ya casi no podía controlar sus