Capítulo 8
En el tren de alta velocidad, Carolina y Diego se sentaron uno al lado del otro. El niño abrazaba su mochila sin hacer ruido.
—Mamá, ¿a dónde vamos exactamente? —Preguntó levantando la mirada, con gesto confundido.
Carolina le apretó la mano: —Te llevo a casa de la abuela.
Diego bajó la cabeza: —¿La abuela todavía nos querrá? ¿Y si es como papá, que ya no nos quiere?
Al oír el nombre de Ricardo, una punzada de culpa le recorrió el pecho.
Lo estrechó entre sus brazos, llorando en silencio: —La abuela no es como papá. Confía en mí, te daré una vida mejor.
Después de diez horas de viaje, llegaron al destino: su pueblo natal, Sierraclara.
Carolina subió al autobús con Diego dormido en brazos. El paisaje de Sierraclara pasaba por la ventana, trayéndole recuerdos de infancia.
"¿Este era mi hogar?"
Años atrás, por estar con Ricardo, desafió la oposición de sus padres y se casó sin mirar atrás.
Su madre, Verónica, le gritó por teléfono: —¡Carolina, si te casas con él, dejo de ser tu madre!
Su

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