Capítulo 37

Golpear o matar a una hembra en un estado descontrolado no llevaría a una sentencia de muerte, pero significaría pasar el resto de su vida en una prisión interestelar. —Adele, ¿estás enojada?—Leocadio sujetó cuidadosamente la manga de Adelaida y comenzó a hacer pucheros. No se puede negar que los lobos tienen algo de perros, esa necesidad de cariño y apego aparece en cualquier momento. —No, solo lo recordé de repente.—Adelaida sacudió la cabeza. ¡Clang! Se oyó el sonido de un cuerno de toro chocando contra una reja de hierro. En ese momento, Basilio estaba empujando con fuerza el cuerno contra las rejas, y sus ojos parecían aún más rojos que antes. —Parece que es hora de administrarle el calmante y el supresor de nuevo,—dijo Fabián, mirando a Adelaida. —Los Orcos de la raza yak tienen un tamaño mayor, por lo que necesitan una dosis mucho más alta de calmante y supresor que los Orcos comunes. —Pero los calmantes y los supresores no son sustancias buenas, así que siempre administramos do