Capítulo 119
Desde la montaña, se observa todo el esplendor de la ciudad de Ciudad de Nubes, incluidos sus emblemáticos edificios que parecen rozar el cielo y hacen que los demás parezcan ordinarios.
Patricia estaba tan exhausta que respiraba con dificultad, apoyada en la barandilla descansando. Ignacio le ofreció una botella de agua mineral y toallitas húmedas. Ella agradeció con suavidad, pero, incapaz de abrir la botella, solicitó su ayuda con resignación. Él, mostrando una sonrisa radiante, bromeó: —Si me llamas Nacho, te la abro.
Patricia frunció el ceño.
—No te estoy pidiendo que me llames querido, ¿tan difícil es decir mi nombre? ¿O acaso te desagrada? —preguntó Ignacio en tono jocoso.
Patricia apretó los labios; su voz era suave y naturalmente baja. Finalmente lo llamó: —Nacho, ¿así está bien?
—Dilo algunas veces más.
...
—¿Eh?
—Nacho.
Ignacio observó su expresión de esfuerzo y resignación, luego le abrió la botella y se la entregó.
Ella tomó unos sorbos y no terminó de cerrar l

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