Capítulo 224
Abelardo dijo con resignación: —¿No te gustaban los cisnes?
—¡Pero ya no me gustan! — respondió Paula con toda la razón, aunque su expresión seguía siendo vivaz, algo caprichosa, pero no desagradable.
Para Abelardo, todos los collares eran iguales, excepto por el colgante; y no podía simplemente recuperarlo frente a tantas personas, ni discutir con su propia hermana.
Solo pudo decirle a Ángeles: —¿Te gusta este? Si no, mañana puedo comprar otro igual.
Ángeles sonrió levemente.
Cuando era niña, había recogido una muñeca que un niño del pueblo había desechado. La lavó cuidadosamente, la secó al sol y reparó los lugares dañados. Incluso le confeccionó un pequeño vestido.
Una vez, un pariente visitó su casa y el hijo de ese pariente se encaprichó con la muñeca. Extendió la mano y dijo que la quería. Entonces, Lorena, generosamente, le arrebató la muñeca de las manos a Ángeles y se la entregó al niño.
Los ricos nunca entenderán lo difícil y valioso que es para alguien que no ti

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