Capítulo 478
Lourdes intentó levantarse rápidamente para despedirla personalmente, pero Ángeles no podía permitir que una mujer embarazada hiciera tal esfuerzo. Justo cuando estaba a punto de rechazarla, la voz aguda de Belén resonó de repente:
—¡Lourdes!
El grito hizo que Lourdes diera un respingo y la mirara con reproche: —¿Por qué gritas así? ¿Qué pasa?
Belén forzó una sonrisa, aunque su incomodidad era evidente: —El Médico divino ha venido desde muy lejos para tratarte, ¿cómo podríamos dejarla ir sin siquiera ofrecerle una buena hospitalidad? ¿No crees, Lourdes?
—¡Ay, sí, tienes razón! Estoy tan feliz que olvidé los modales de anfitriona.
Lourdes, por naturaleza, tenía un carácter afable y, especialmente con Belén, siempre era increíblemente tolerante, aceptando cualquier cosa que ella dijera.
Pero para Ángeles, este tipo de temperamento era demasiado blando, sin firmeza ni determinación, lo que la hacía fácil de manipular.
—No hace falta, tengo otros asuntos que atender. No me quedaré.
Ángeles

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