Capítulo 418
Una lluvia torrencial caía como si se cayera el cielo.
Debajo del alero, las gotas de agua formaban una cortina continua.
En el pueblo no había caminos pavimentados. El camino estaba lleno de barro.
La lluvia y la tierra se mezclaban, formando charcos de lodo enormes; cada paso que uno daba parecía requerir toda la fuerza del cuerpo para sacar el pie y avanzar resultaba aún más difícil.
El esposo de Olga había ido por la mañana al mercado del pueblo y regresó empapado. Con los pies bien sucios y cubiertos de barro amarillo.
El hombre le entregó a su esposa la carne de res y las costillas frescas que traía. Dejó el paraguas bajo el alero y caminó hacia la pared para cambiarse de zapatos.
Olga dejó los ingredientes en la cocina. Luego se acercó a Luisa y le dijo: —Luisa, ¿por qué no se quedan ustedes unos días más en mi casa? Con este clima, salir es muy peligroso y los caminos están en mal estado.
Luisa estaba de pie bajo el alero, algo molesta, mientras miraba la cortina de lluvia. —Ac

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