Capítulo 438
En la pradera, ella besó a Andrés durante mucho tiempo.
Había pasado mucho tiempo desde la última vez que habían estado tan íntimos; en su convivencia diaria, ambos se habían esforzado por reprimir y contener sus sentimientos.
La represión prolongada hacía que el anhelo y el deseo se volvieran mucho más intensos; una vez que rompieron las ataduras, ya no pudieron detenerse.
Después de separarse, los labios de ella estaban un poco hinchados.
Tras el beso, ambos respiraban agitadamente.
Durante el resto del día, Luisa permaneció aturdida, siempre con la sensación de que todo era irreal.
Por la noche, cuando regresó al hotel, Luisa seguía en ese estado de ensueño.
En el jardín exterior del hotel.
Ellos se sentaron en un banco largo de madera.
Andrés abrazó suavemente a Luisa y, con voz ronca, dijo: —Querida, ¿volvemos a estar bien?
La brisa nocturna arrastraba el calor residual del verano; la luz de las farolas era tenue y dispersa.
Los ojos negros de Andrés eran profundos; su tono era ca

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