Capítulo 49
Su rostro estaba lleno de dolor, luciendo tan lamentable como un perro callejero abandonado por su dueño. —¿Luisa, quién es él?
Al escuchar estas palabras, la ira se reflejó en los ojos de Luisa. De repente, giró la cabeza y se encontró con la mirada de Carlos.
El odio en sus ojos era tan evidente, tan desgarrador, que hizo que Carlos sintiera como si una daga le atravesara el corazón.
En el siguiente segundo, Carlos escuchó la fría voz de Luisa, tan gélida que parecía cortarle hasta los huesos.
—Carlos, no quiero volver a verte. Por favor, desaparece para siempre de mi vida.
Las últimas palabras las dijo casi entre dientes, con una rabia contenida.
Carlos sintió un nudo en el pecho, como si su corazón fuera atravesado por una espada afilada. La sensación de dolor lo dejó sin aliento.
Él también estaba herido, con la cara cubierta de sangre.
Pero en sus ojos, ella no mostraba ni el más mínimo atisbo de compasión.
La mirada de Luisa hacia él solo reflejaba frialdad y odio.
¿Acaso ese od

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