Capítulo 50
La hoja del cuchillo resplandecía con un brillo helado mientras se dirigía repentinamente hacia Ana.
Justo cuando el cuchillo de fruta descendía, una mano delgada y bien definida atrapó la muñeca de Rubén, emanando un escalofrío que se sentía hasta los huesos.
—¡Crac!
El sonido de un hueso rompiéndose.
—¡Clang!
El cuchillo de fruta cayó al suelo.
—¡Aaaah!
El grito desgarrador de Rubén resonó en el aire, asustando a los pájaros en el bosque cercano.
Carlos limpió su mano derecha con una toallita húmeda, sus ojos fríos miraban a Rubén, que se retorcía en el suelo, como si fuera un objeto inerte.
—La próxima vez que te encuentres en una situación así, llámame —le dijo a Ana mientras se volvía hacia ella.
Su tono era imperativo, con una agresividad aún palpable.
Las pestañas de Ana temblaron levemente; este hombre cambiaba de semblante tan rápido.
En momentos así, no se atrevía a contradecirlo, así que respondió suavemente: —Sí.
Esa simple palabra hizo que parte de la agresividad en el

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