Capítulo 20
El olor a desinfectante quemaba la nariz.
Alicia abrió los ojos; sobre ella, un techo blanco y desolado.
Intentó mover los dedos. Todo el cuerpo le dolía como si le hubieran desmontado los huesos para volver a armarlos.
—¿Despertaste?
Carmen estaba sentada junto a la cama, pelando una manzana, el filo del cuchillo brillando con un reflejo frío sobre su rostro.
—Tienes más vidas que un gato, ¿eh? Ni siquiera con esto te mueres.
Alicia tenía la garganta seca: —¿Dónde está Bruno?
Carmen sonrió, cruel: —Está en la habitación de al lado cuidando a Rosa. Yo provoqué el incendio y les puse algo en la bebida. Pero Bruno, en cuanto pudo, fue a salvarla a ella.
La cáscara de la manzana cayó, rompiéndose en la papelera.
—No lo viste, ¿verdad? Estaba tan nervioso. Pasó la noche a su lado y hasta lloró.
Cada palabra era un corte lento en el corazón de Alicia.
Recordó la mirada fría de Bruno, su espalda alejándose sin volver la cabeza.
Ahora sí, él amaba a otra persona.
Ese pensamiento la dejó sin a

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