Capítulo 35
Ignacio observaba a la multitud con una sonrisa que no alcanzaba a tocar sus ojos. —Difamar sin pruebas y dañar la reputación ajena se sanciona con entre tres y siete años de prisión.
Con las manos en los bolsillos, clavó su mirada en los presentes. —¿Alguien se atreve?
De inmediato, el murmullo de los presentes cesó; nadie quería enfrentarse a un problema de tal magnitud.
—¿De quién es este móvil?
Isabel ya estaba en la puerta, agitando el móvil hacia fuera. —Lo encontré en el baño.
Clara reconoció al instante que era el móvil de Elena. Extendió la mano para tomarlo, pero una mano delgada y firme se adelantó y lo agarró primero.
Víctor sujetó el móvil, que seguía encendido a pesar de haber estado sumergido en agua. Al activar la pantalla, el dispositivo funcionaba perfectamente.
Justo cuando Clara se aliviaba al pensar que el móvil estaba bloqueado, Víctor, impasible, giró el dispositivo para mostrarlo.
—¿Disfrutaste montando este pequeño drama que tú misma escribiste?
En la pantalla

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