Capítulo 11

Empujó la puerta de su casa. Lo recibió una ráfaga de aire frío y silencioso. La sala estaba desierta. No había rastro de Elisa, ni de sus pantuflas habituales, ni siquiera la manta del sofá que tanto le gustaba usar; estaba doblada meticulosamente, como si nadie la hubiera tocado. Se extrañó. Subió directamente las escaleras. No escuchó los pasos familiares, no hubo una Elisa corriendo hacia él con una sonrisa gritando "¡querido!", ni siquiera el portazo que solía dar cuando se enojaba. Toda la villa estaba silenciosa como una tumba. Su cara se distorsionaba cada vez más, hasta que finalmente empujó la puerta del dormitorio... El armario estaba vacío; ya no quedaba ninguna de sus prendas. En el tocador, habían desaparecido todos sus productos de cuidado personal. En la mesita de noche, también se había llevado el libro que solía hojear. Toda la habitación estaba tan limpia que parecía que jamás alguien hubiese vivido allí. El asistente subió detrás de él, preguntando con cautela: —jef