Capítulo 18

En el instante en que el puño de Felipe golpeó el rostro de Ricardo, el aire de toda la habitación pareció congelarse. Sus nudillos estaban enrojecidos, respiraba con dificultad, y en el fondo de sus ojos hervía una violencia nunca antes vista. Ricardo dio dos pasos tambaleantes hacia atrás, se limpió con los dedos la sangre en la comisura de los labios, pero antes de que pudiera contraatacar, Elisa ya se había lanzado hacia adelante y empujó con fuerza a Felipe: —¿Estás loco? ¿Qué estás haciendo? Felipe fue obligado a retroceder un paso, sus ojos estaban inyectados en sangre: —¿Estoy loco? ¿Y tú sabes lo que estás haciendo? —¿Acaso no es normal que una pareja duerma junta? —Elisa soltó una risa fría—. Esta es mi casa. ¡Si vas a perder la cabeza, lárgate! El pecho de Felipe subía y bajaba con violencia, y por primera vez habló con una emoción casi dolorosa: —¿Qué necesitas para volver? —¿Aún no lo entiendes? —Elisa lo miró a los ojos—. No voy a volver contigo. Ya no te amo. Tengo una n