Capítulo 12
Esa idea, como un punzón de hielo afiladísimo, le atravesó el corazón al instante, congelando toda la sangre en su cuerpo.
Un temor inmenso, jamás antes experimentado, llamado pérdida, se abrió paso como una enorme boca abismal, dispuesto a devorarlo por completo.
Apartó a su madre, que intentaba calmarlo, y a quienes se le acercaban. Luego, ignorando los gritos y la conmoción detrás de él, ¡salió corriendo como un loco del caótico lugar donde se celebraba la boda!
El auto de lujo salió disparado como una flecha, atravesando incontables semáforos en rojo, y en cuestión de minutos llegó frente a lo que ahora no era más que los restos carbonizados de la casa de los Barrera.
Las mangueras de los camiones de bomberos seguían lanzando agua, y en el aire flotaba un penetrante olor a quemado, mezclado con humo y cenizas.
Gabriel empujó la puerta del auto y bajó tambaleándose, contemplando frente a él esas ruinas humeantes, con el corazón oprimido por una mano invisible que lo estrujaba con ta

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