Capítulo 13
En la habitación del hospital, Adriana se mordía los dedos con desesperación. Una y otra vez, hasta que sus labios y dedos quedaron convertidos en una masa sangrienta y desgarrada, sin que ella lo notara.
Caminó descalza hasta la puerta, observando a los guardaespaldas que custodiaban la entrada sin moverse un solo centímetro. Sus ojos se movían inquietos. Regresó a la cama, y sus dedos golpeaban sin ritmo la baranda del borde, produciendo un sonido errático.
Adriana llevaba una semana encerrada allí. Todas las ventanas y puertas estaban selladas, y había vigilancia las veinticuatro horas. También le habían quitado el celular desde hacía días, y el televisor de la habitación no tenía señal.
Estaba, literalmente, aislada del resto del mundo.
Afuera, la lluvia ya había cesado, pero su estado de ánimo era mucho más oscuro que el clima.
En medio de su aturdimiento, Adriana escuchó la voz de una enfermera.
Gabriel, temiendo que ella hiciera alguna locura y muriera en el hospital, había disp

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