Capítulo 28
—Lo siento, señorita Marta, fui yo quien te lastimó. Haber llegado a este punto es lo que merezco.
Marta negó con la cabeza. —Sé que no tenías otra opción. Además, te agradezco mucho que, arriesgándote, copiaste las grabaciones de la villa y me las entregaste en secreto.
Rubén sonrió tristemente por última vez, no dijo nada, y se giró para subir al auto de policía.
Apenas Marta y Andrés regresaron en avión, Teodoro los llamó, diciendo que Joaquín estaba al borde de la muerte.
Se sorprendieron al ver que aquel hombre, que antes rebosaba energía y lucidez, ahora yacía en la cama, exhalando más de lo que inhalaba, tan delgado que apenas le quedaba piel sobre los huesos.
Aunque él se había equivocado en algunas cosas, siempre había sido bueno con Marta, así que verla en ese estado le causó un profundo dolor.
Se acercó suavemente y le preguntó con ternura: —Abuelo, ¿cómo te sientes?
Joaquín la miró fijamente, aturdido.
Hasta que vio a Cristian, y entonces en sus ojos vacíos se encendió una

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