Capítulo 21
Manuel no se fue.
Alquiló la casa más vieja frente a la escuela y, después de arreglarla un poco, logró instalarse allí de manera sorprendentemente decente.
No volvió a intentar acercarse a ella, ni a pronunciar palabras de arrepentimiento o súplica.
Simplemente existía, de la forma más torpe, pero también de la más imposible de ignorar.
El antaño altivo señor Manuel aprendió a encender el fuego y a cocinar, aunque sus manos se llenaron de quemaduras y cortes;
Aprendió a acarrear agua y a cultivar, aunque sus movimientos eran tan torpes que resultaban casi cómicos.
Pero lo que más hacía era ayudar en silencio con las labores de la escuela.
Al amanecer, era el primero en llegar y dejar el patio completamente limpio;
Al anochecer, era el último en marcharse, asegurándose de que cada puerta y cada ventana quedaran bien cerradas.
Cuando los niños se caían jugando y se raspaban las rodillas, él era el primero en sacar el botiquín que siempre llevaba preparado, atendiendo las heridas con ges

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