Capítulo 36
Durante varios días, Vivianna fue testigo de todas las patrañas que inventaba Augustine para hacer reír a su hijo. De hecho, le disgustaba un poco la manera como él se había ido colando a la fuerza en la relación que tenía con el pequeño.
Cuando llegaron de dar una vuelta por el jardín, ya era las ocho y media de la noche. El niño venía riendo a carcajadas, montado en el cuello de Augustine.
Vivianna se encontraba justo detrás de ellos, y cuando escuchó a su hijo reír con tanta alegría, sin querer esbozó una sonrisa.
Como madre, le alegraba ver a su hijo tan feliz, y no podía evitar sentirse así aunque no quisiera.
Cuando entró al salón, el niño estaba tan cansado, que Augustine tuvo que mantenerlo cargado. El atractivo hombre no pudo evitar acercarse y comérselo a besos, y éste comenzó a reír de nuevo porque sentía muchas cosquillas. Al ver al pequeño, la encantadora cara del padre se iluminó con una sonrisa llena de cariño y amor sincero.
Vivianna notó esa felicidad genuina al entrar

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