Capítulo 84
De repente, ella mordió sus labios, y la alegría en su corazón creció como plantas después de la lluvia.
—¡Eres un tonto! Pensé que te habías ido sin decir nada, pero estabas esperando junto al coche.
Carmen se acercó rápidamente, toda su angustia desapareció, y su rostro se iluminó con una sonrisa.
Después de que Alejandro se marchara, ella buscó por todo el restaurante sin encontrarlo y, al no recibir respuesta a sus llamadas, pensó que se había ido sin más.
—¿Por qué estás tan contenta?
Alejandro preguntó, viendo a Carmen saltar hacia él como un pequeño conejo.
—¿Cómo explicarlo...? ¡Oh, ya sé!
Carmen parpadeó con sus grandes ojos curvados y habló en un susurro: —Lo busqué mil veces entre la multitud, y de repente, al volver la cabeza, lo encontré sin querer en un rincón, bajo las luces que menguaban. ¡Es esa sensación! ¿Lo entiendes?
Tras decir esto, abrió sus ojos grandes y vivos, mirando fijamente a Alejandro.
Una emoción indescriptible y maravillosa flotaba en el aire.
Alejan

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