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Capítulo 6

El médico tardó una hora en volver a suturar la herida de Isabela. La herida podía coserse, pero el corazón pisoteado de Isabela jamás volvería a repararse. Cerró los ojos, deseando que su cuerpo se recuperara pronto para poder escapar de allí. Apenas había recuperado el aliento cuando Patricia volvió con unos guardias. —Puedes enfadarte conmigo cuanto quieras, pero no dejes al bebé sin comer. —Emiliano puso a sus guardias para que te ayuden a destapar la leche. Isabela frunció el ceño e intentó presionar el timbre, pero Patricia la apartó. —Todos lo hacemos por el niño, aguanta un poco. —También intenté buscar a una mujer experta para que le ayudara a estimular la lactancia, pero solo un hombre tiene la fuerza para desbloquearte; así el bebé tendrá leche. Patricia se echó a reír con malicia, miró el pecho de Isabela, guiñando un ojo a los guardias. Los dos hombres casi de dos metros avanzaron implacables; el miedo de Isabela creció. —¡Emiliano, no vas a permitir que otros hombres me hagan esto! —Jamás te perdonaré. Gritó entre el dolor. Los guardias la desnudaron y la humillaron con brutalidad, mientras Patricia se burlaba. —También lo hago por tu bien, algún día me lo agradecerás. —No te hagas la santa; no es nada de lo que avergonzarse. Ni siquiera los guardias han despreciado que hayas dado a luz; ¿y tú te haces la puritana? Sacó el teléfono y empezó a grabar a Isabela en el pecho. —Tranquila, mandaré este video a Emiliano. —A ver si luego no te encuentra sucia. La risa de Patricia resonó por toda la habitación. Isabela, todavía bajo el efecto de la anestesia, no pudo resistirse. Las lágrimas le brotaron mientras la humillación, la rabia y el arrepentimiento se convertían en odio. Odiaba a Patricia, y más aún a Emiliano. Él era su esposo, pero siempre estaba del lado de los demás contra ella. Cuando pasen estos días, ella se encargará de que paguen por ello. Isabela sintió un fuerte dolor en el pecho, mientras Patricia, a su lado, hacía una llamada. —Emiliano, no te preocupes, la gente que encontré hará que a Isabela le baje la leche. Si no te conviene, luego te mando el video. Escuchando eso, a Isabela le vino una ironía amarga. Así que Emiliano siempre supo lo que Patricia hacía, pero confiaba en ella y no le importaban sus sentimientos. Hoy un bebé; mañana, ¿qué? Si Patricia quisiera su muerte, ¿Emiliano la ayudaría sin dudar? *** Al final, el dolor hizo que Isabela perdiera el conocimiento. Cuando despertó, escuchó los gritos de Patricia en la habitación, acusándola de haber robado al bebé. Poco después, Emiliano llegó desde la empresa; clavó la mirada en Isabela y le ordenó que recuperara al niño. —¿No te dije que cuando salieras de la cuarentena te daría otro hijo? —¿Qué es lo que te preocupa tanto? Las lágrimas de Isabela ya se habían secado. Mirando la actitud de Emiliano, solo le pareció absurdo. —¿Crees que yo robé al bebé? —¿Acaso voy a, con una cesárea de menos de veinticuatro horas, con la herida reabierta y recién suturada, ir en secreto al ICU y robar al niño? —¿De verdad me subestimas tanto? Emiliano, sorprendido por su respuesta, miró a Patricia, que lloraba en sus brazos, y endureció la voz: —Nadie más que tú podría haberse llevado al bebé. —Isabela, no sé qué maniobra usaste ni a quién llamaste para sacarlo. —En cualquier caso, tienes una hora para devolverlo. —Si no, haré que Patricia publique en internet el video en el que te estaban estimulando la lactancia. —No me pongas en apuros, Isabela.

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