Capítulo 63

Clara no esperaba encontrarse en una situación así. En vez de marcharse, se sentó tranquilamente en un sillón individual. Mientras jugaba con la pluma entre los dedos, sonrió con serenidad: —Qué graciosa resulta esta vendedora. Comparar los productos de su tienda con artículos de un dólar en línea... es realmente absurdo. —No voy a cuestionar la calidad de las joyas que venden aquí, pero con una actitud de servicio tan despreciable como la suya, ¿no teme dañar la imagen de la marca? No sabía si era imaginación de la vendedora, pero aquella joven vestida con sencillez irradiaba de pronto una presencia imponente. Para no perder la compostura, la empleada respondió con altivez: —Treinta mil dólares, ¿puedes pagarlos? Clara, que acababa de recibir una suma de veinte millones de dólares, estuvo a punto de sacar su tarjeta bancaria para ponerla en su lugar, cuando una risa burlona resonó a sus espaldas. —¿Los mendigos de hoy ya no son conscientes de lo que son? Clara giró la cabeza y vio a u