Capítulo 20
La respuesta de Silvia fue morderle el dedo.
Lo mordió con tanta fuerza.
Parecía querer descargar toda su furia en ese gesto.
Diego sintió el agudo dolor, pero no la soltó; en cambio, sujetó su rostro con la mano y le habló con la misma suavidad de siempre: —¿Desde cuándo aprendiste a morder? ¿Eh traviesa?
Silvia apretó aún más la mandíbula.
La mano de Diego se tensó aún más sobre su rostro, obligándola a soltar la mordida.
—¿Crees que yo no puedo morderte también? —susurró, pellizcando con suavidad su barbilla, su voz cálida y provocadora: —Hacerte llorar y rogarme que te deje en paz.
—¡Suéltame por favor! —Silvia forcejeó sin éxito, sus ojos enrojecidos por la impotencia que sentía.
Pero cuanto más se resistía, más Diego quería quebrantarla, verla llorar, suplicarle, convertir su rebeldía en completa sumisión.
La estrechó contra él, sujetándola por la cintura, y cuando Silvia volvió a forcejear, él la advirtió en voz baja: —Si sigues moviéndote de esa manera, no tendré reparos en hac

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