Capítulo 44
—Simplemente toma la tarjeta. —le insistió Mario, empujándola en su mano: —Mi hermano ha actuado de forma irresponsable, y yo, como su hermano mayor, no puedo quedarme tan tranquilo sin hacer nada al respecto.
Silvia sintió que toda la sangre en su cuerpo se congelaba en ese momento.
No sabía si dejar la tarjeta o llevársela.
—Rosa tiene clases cada sábado de ocho a once de la mañana. —Cambió enseguida de tema Mario, hablando de asuntos más formales: —Son cien dólares por sesión, puedes elegir pago diario o mensual. Si al niño realmente le gusta, podríamos incluso aumentar las clases, pero eso se discutiría contigo con antelación.
Silvia quería por todos los medios rechazar la oferta.
Aunque la paga por hora era bastante alta, no sería suficiente para aliviar la ansiedad que sentiría si Mario estuviera presente en cada sesión.
Como si leyera su mente, Mario dijo calmadamente: —Cuando vengas, puedes ir directo con Rosa. La mayoría del tiempo, solo ella y los sirvientes están en casa.
Si

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