Capítulo 32
Entonces, sacó el teléfono y llamó a Isabel.
Ella contestó de inmediato, preguntando con ansiedad: —¿Qué tal? ¿Lograste tomarle esas fotos indecentes a esa perra? Deben tomar más fotos de su cara y de sus partes íntimas, desnudarla por completo...
El volumen del teléfono del hombre calvo estaba muy alto, y las palabras de Isabel se escucharon con claridad en los oídos de todos.
María apretó los dientes con odio.
No podía imaginar que Isabel fuera tan malvada, ni que quisiera usar un método tan despreciable para vengarse de ella.
En ese momento, el secuestrador no sintió ninguna compasión por Isabel; su tono fue firme. —Señora Isabel, si no quiere ser expuesta, transfiera de inmediato cuatro millones quinientos mil dólares; de lo contrario, iremos juntos al infierno. Total: mi vida ya está arruinada, pero la suya no...
Al escuchar esto, Isabel se quedó atónita.
Se esforzó por controlarse; esto no podía salir a la luz. —¿Qué está pasando exactamente?
¿No se suponía que debían secuestrar

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