Capítulo 76
Después de lo ocurrido la noche anterior, su relación se volvió aún más cercana.
La espina que María guardaba en el corazón por Beatriz se había desvanecido como humo en el aire.
Al cabo de un rato, Diego abrió los ojos y, mirándola hacia abajo, dejó que una sonrisa se dibujara en sus labios. —Buenos días, señora López.
María se sonrojó; respondió en voz baja: —Buenos días...
Diego inclinó la cabeza y depositó un suave beso en su frente. —Llámame esposo —pidió con ternura.
María, avergonzada, murmuró tímidamente: —Esposo.
—Gracias, estoy muy feliz.
El sonrojo de ella se intensificó, y balbuceó casi inaudible: —¿Gracias por qué...? Somos esposos, es lo normal.
Diego sonrió sin añadir nada más, simplemente la abrazó con más fuerza.
Ambos permanecieron en silencio unos instantes, disfrutando de aquella calidez poco frecuente.
De pronto, el estómago de María gruñó con un "gugu" que rompió la quietud. Diego rio y se levantó de la cama. —Casi lo olvido, tienes hambre. Quédate un rato más, yo

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