Capítulo 99
Después de sentarse, María vio sobre la mesa dos juegos de cuchillos, tenedores y platos impecablemente limpios, además de dos copas de tallo alto y una botella de vino de Burdeos añejo.
María se sorprendió, Diego tenía una atención tan delicada a los detalles.
Al principio había pensado que simplemente saldrían a cenar fuera.
Jamás imaginó que prepararía semejante sorpresa.
Un instante después, Diego, como si hiciera un truco de magia, tomó de la mesa contigua un gran ramo de rosas rojas.
Se acercó y dijo: —Es para ti, ¿te gusta?
Los ojos de María se abrieron de par en par. Lo tomó y no pudo reprimir la emoción que la invadió.
¿Acaso era la primera vez que él le regalaba flores?
María aspiró profundamente, y el aroma de las rosas le llenó el corazón de frescura.
—Sí, me gustan mucho —respondió con un dejo de timidez.
Al levantar la vista, se encontró con los ojos del hombre, negros como obsidianas, con una fuerza de atracción irresistible.
Bastaba con mirarlos un instante para sentir

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