Capítulo 45
Pero ya que Baltasar le había dado la palabra, Tomás no se atrevía a contradecirlo.
—Jejeje. —Sonrió con cierta ironía, una sonrisa sin verdadera alegría, y miró las cosas que Camila sostenía en la mano, así como las macetas que el jardinero llevaba detrás—. ¿No me digas que esto es lo que has traído para tratar el insomnio de Baltasar?
Camila dijo con seriedad: —Sí, esto es suficiente.
Tomás la miró despectivo, y al mismo tiempo, con incredulidad.
¡Esto era demasiado rudimentario! ¿Acaso estaba bromeando?
¿Esta chica se creía que podía aprovecharse de la deuda de gratitud que Baltasar tenía con ella, para venir a estafarlo de la peor manera?
¿En realidad pensaba que él, como médico principal, era solo un adorno?
—Haz las cosas con seriedad.
—Y más te vale saber a quién te propones tratar y cuál es su estado físico.
—Si ni siquiera entiendes esto y vienes con estas cosas desordenadas y simples a tratarlo, ¿crees que Baltasar es fácil de engañar o que yo soy tonto?
—¡Tomás! —Baltasar de

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