Capítulo 394
—¡Presidente Alejandro, no hay tiempo!
Una azafata en el avión emitió una advertencia urgente.
Soy consciente de que incluso los aviones privados tienen rutas establecidas y deben despegar y aterrizar según horarios previamente fijados; realizar una llamada ahora me retrasaría.
—Olvidémoslo—, dije, resignándome y tomando asiento.
—Un minuto—, Alejandro intercedió, dirigiéndose a la azafata.
Esa fue su respuesta, y tras decirla, me extendió su teléfono.
Me sorprendió que me permitiera hacer esa llamada.
En teoría, podría haberlo utilizado como excusa para negarse.
Lo observé, confundida; desde su regreso, Alejandro parece diferente, algo cambiado.
Bajo mi mirada perpleja, no ofreció explicaciones, sino que se giró para contemplar el paisaje a través de la ventana.
—Despeguemos—, dije finalmente, devolviendo el teléfono a la azafata.
Alejandro, sorprendido por mi decisión, me observó mientras la azafata buscaba su confirmación, dado que él era el propietario del avión.

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