Capítulo 24
Después de aquel colapso desgarrador en el hospital, Mauricio permaneció largo tiempo en un estado de semiinconsciencia.
La fiebre reapareció una y otra vez, las heridas se infectaron y estuvo varias veces al borde de la muerte.
Pero, al final, aquel cuerpo vaciado por la desesperación logró resistir, ya fuera por una vitalidad obstinada o, quizá, por una inercia más profunda y carente de esperanza, y consiguió sobrevivir.
Sin embargo, lo que quedó con vida parecía ser solo un cascarón vacío.
El día en que recibió el alta, el clima era espléndido, con un sol radiante.
El asistente condujo hasta la entrada del hospital y le abrió la puerta del auto.
Mauricio se detuvo ante la puerta principal y miró el mundo exterior: tráfico, multitudes, una luz que le resultó dolorosamente deslumbrante.
La luz del sol caía sobre él, pero no sentía el más mínimo calor; solo una frialdad que se le filtraba hasta los huesos.
Entró en silencio al auto, se recostó contra el respaldo y cerró los ojos.
Desde

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