Capítulo 208
Salomón estaba sentado en el sofá, su rostro tenía un tono azulado, sus labios estaban morados y sus extremidades hinchadas.
Sus ojos sobresalían y su frente estaba cubierta de sudor.
En su cara se reflejaba el dolor de manera intermitente, mientras que las personas a su alrededor miraban aterradas y nerviosas.
Últimamente, Salomón tenía un carácter insoportable; en cuanto el dolor aparecía, golpeaba a cualquiera que se acercara y lanzaba insultos al aire.
Al escuchar el timbre de la puerta, gritó furioso:—¿Quién demonios ha venido? ¡No quiero ver a nadie!
¡A nadie!
La empleada doméstica respondió:—Ya los detuve afuera.
Zahir se adelantó y dijo:—Papá, tal vez es alguien de la familia Díaz que viene a traer el dinero.
Papá, ¿por qué no lo dejas pasar para que te vea?
Salomón, que ya no podía soportar el dolor, levantó la mano y rompió un vaso de agua:—No quiero verlo. Y no solo no lo quiero ver, ¡quiero aumentar el precio!
¡De cuatro millones de dólares a siete millone

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