Capítulo 76
La respiración de Alejandro se detuvo de golpe, y su profunda mirada se aferró al rostro de ella como si quisiera perforarlo para arrancarle una respuesta.
Sin embargo, la vio extender la mano y señalar el brasero apagado bajo sus pies, mientras decía con una calma casi indiferente: —La María que estabas buscando... estaba allí.
...
Algo pareció estallar dentro del pecho de Alejandro.
De pronto, avanzó un paso brusco.
María apenas distinguió un destello en sus ojos y, en un instante, su cuello quedó apresado entre los dedos de él, sin darle la menor oportunidad de reaccionar.
Palabras oscuras y feroces se hundieron en su oído. —¿Te atreves a burlarte de mí? Mi paciencia llegó a su límite. ¡Habla! ¿Dónde está ella?
María se vio obligada a alzar la cara para mirarlo. De su garganta salió una frase entrecortada. —María murió. Hace diez minutos fue reducida a cenizas.
Alejandro pronunció cada palabra con una frialdad cruel: —Laura, por lo visto realmente deseas morir.
—¿Entonces por qué no

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