Capítulo 95
—¡Quién puede salvar a mi hijo!
María se levantó de inmediato y siguió la dirección de la voz.
Entonces vio a un niño de unos cinco años con el rostro congestionado, rojo como una manzana, mientras sus pequeñas manos se aferraban con dolor a su propia garganta.
¡Se había atragantado con un objeto extraño!
La madre del niño vestía el uniforme de camarera de la cafetería; mientras golpeaba con torpeza la espalda del pequeño, pedía ayuda desesperada. —¡Salven a mi hijo!
Sus golpes eran incorrectos y, en vez de aliviarlo, hacían que el objeto se incrustara todavía más; el niño comenzaba a tornarse púrpura ante los ojos de todos.
—¡Déjame a mí!
María tomó al pequeño en brazos con rapidez; el chip en su cerebro ya le había transmitido los conocimientos sobre primeros auxilios frente a un atragantamiento.
Colocó sus manos y aplicó con precisión la maniobra de Heimlich.
¡Puf!
Un caramelo blando salió disparado de su garganta, y el tono amoratado de la cara del niño se desvaneció como la marea

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