Capítulo 37
—Busco al señor Roberto.
Lourdes solo quería encontrar a su hija lo antes posible, y, con ansiedad, intentó entrar apresuradamente.
Pero el guardia no se movió, y su mirada hacia ella incluso tenía un tinte extraño.
Al verlo, Lourdes se dio cuenta, tarde, de que seguía en pijama.
—Vengo a buscar a mi hija, se escapó y vino a buscar al señor Roberto, por favor, déjeme pasar...
El guardia, impaciente, la echó. —Mucha gente viene a ver al señor Roberto. ¿Cree que cualquiera puede entrar?
—Déjala pasar.
En medio del forcejeo, una voz masculina y fría se escuchó a sus espaldas.
El guardia, al ver que era el propio Roberto quien la recibía, cambió su actitud al instante, sorprendido, y se inclinó haciendo una leve reverencia.
—Disculpe, no sabía que era amiga del señor Roberto. Adelante, por favor.
Roberto se adelantó para sujetarla y, al girarse, dio instrucciones con frialdad a su asistente.
—Despide a ese hombre. En el Alma del Sol no necesitamos guardias que desprecien a los demás.
—¡Ent

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