Capítulo 92
Roberto la sostenía en sus brazos, repitiendo una y otra vez las mismas palabras.
—Esto no tiene nada que ver contigo, no te castigues más.
La consoló sin cesar, hasta que, poco a poco, su llanto se fue apagando.
—¿De verdad? —preguntó Lourdes, con los ojos cubiertos de lágrimas.
—Claro que sí.
Respondió Roberto, con la paciencia de quien calma a un niño.
—Tú y Valeria son buenas amigas, jamás hubieras querido que algo así ocurriera.
—Fue solo un accidente. Ahora lo importante es enfrentarlo. Valeria todavía te necesita.
Pasó un rato antes de que Lourdes asintiera.
Entonces se escuchó un sonido...
Alguien llamó a la puerta, y enseguida una enfermera entró empujando una silla de ruedas.
—Señor, su silla de ruedas ha llegado.
La enfermera colocó la silla de ruedas y dio una breve explicación.
—Señorita, este modelo es automático, excepto por algunos escalones o lugares muy estrechos, puede ir a casi todas partes.
—Gracias. —Asintió Lourdes—. Disculpe las molestias.
Sintió cierta impotenc

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