Capítulo 97
—Bueno, entremos.
Cuando Natalia estaba por decir algo, Roberto se adelantó y tomó la palabra.
—No conoces bien este lugar, ¿quieres que te guíe?
La cara de Natalia se torció, pero enseguida se acercó para tomarla del brazo.
—No hace falta, gracias.
Lourdes se apartó discretamente.
La última vez que asistieron a una recepción, habían tenido una discusión y Lourdes no esperaba que esa mujer volviera a acercarse, con tanta naturalidad.
Pensó que Natalia tenía la cara muy dura, la había subestimado antes.
—¿No es esta Lourdes?
Se oyó la voz de Gabriela, quien la sujetó del brazo. —¿No saliste en las noticias? ¿Cómo te atreves a aparecer?
Lourdes aún no había respondido cuando una voz firme y enérgica se escuchó desde el interior.
—¿Ya llegaron todos? Entonces, a cenar.
Todos se dirigieron al salón. En el asiento principal estaba sentado un anciano de cabello completamente blanco y semblante muy serio.
Roberto fue el primero en hablar, jalando a Lourdes, que parecía aturdida.
—Abuelo, ella

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