Capítulo 4
Adriana ya no estaba ebria, y solo una lámpara permanecía encendida en la habitación.
Aprovechando la tenue luz, llevaba un vestido de tirantes y extendía la mano, recorriendo el cuerpo de Manuel.
—Manuel...
Él le apartó la mano sin contemplaciones, lanzándola hacia un lado.
—No me molestes.
Una frase fría como el hielo que la dejó paralizada, con el corazón herido.
El celular de Manuel seguía repitiendo el mismo mensaje.
—Lo sentimos, el número al que llama no está disponible. Por favor, deje su mensaje después del tono...
Ya había perdido la cuenta de cuántas veces había marcado, pero nadie contestaba.
—No puede ser, no puede ser... Bianca solo lo dijo por enojo.
Murmuraba Manuel mientras se ponía de pie de golpe.
—Sí, todo se arreglará si vuelvo a casa.
Pensando así, se puso los zapatos de inmediato y salió, sin prestar atención a los gritos de Adriana que resonaban a sus espaldas como si no existieran.
Condujo con rapidez y se pasó varios semáforos en rojo hasta llegar a casa.
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