Capítulo 111 Hugo
Llegó al despacho de María y tocó suavemente la puerta.
—Adelante.
Una voz suave sonó desde adentro, y Mónica abrió ligeramente la puerta.
—Ah, llegó Mónica.
María la vio, le hizo una señal con la mano y sonrió.
El joven que estaba al lado de María vio entrar a Mónica, y sus ojos se iluminaron, como si fuegos artificiales posaran frente a ellos.
—Profesora.
Mónica se acercó a María con docilidad y la llamó con respeto.
—Todavía no has cumplido con mis expectativas; no puedes llamarme profesora todavía, —dijo María, fingiendo seriedad.
Mónica pareció alarmarse por un momento y, con cautela, preguntó: —Entonces ¿cómo la llamo, profesora?
Al ver su expresión nerviosa, tan inocente y encantadora, el joven a su lado no pudo evitar sonreír.
María también sonrió: —Han pasado tres años; sigues siendo tan obstinada como siempre, no has cambiado en nada.
Entonces, Mónica comprendió que María estaba bromeando con ella y bajó la mirada, sonriendo avergonzada.
—Pero yo solo dije que te guiaría; lo

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