Capítulo 24
Los ojos de Jairo estaban inyectados en sangre mientras miraba fijamente a María.
—Si esto es lo que quieres ver, entonces no me resistiré. Dejaré que me castigues, lo tomaré como una compensación para ti.
Cerró los ojos, esperando en silencio a que los guardaespaldas lo golpearan.
María lo tomó del cuello y escupió fría: —Recuerda, soy yo quien te está castigando, no eres tú quien me compensa voluntariamente. ¡No me gusta esa idea!
Lo soltó de golpe y lo arrojó al suelo.
Jairo no opuso resistencia; solo dejó escapar un gemido ahogado cuando los guardaespaldas comenzaron a descargar puñetazos sobre él.
—Ugh...
El dolor lo hacía encogerse como un camarón, gimiendo entre dientes, pero se obligaba a soportar todo sin defenderse.
Los golpes caían sobre su cuerpo como lluvia, una y otra vez.
Nadie supo cuánto tiempo pasó hasta que, finalmente, la golpiza terminó.
María lo observó con frialdad y dijo con calma: —Este castigo es para saldar todas las heridas que sufrí por tu culpa.
—Si no hub

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