Capítulo 28
Asentí, grabando en mi memoria todas las instrucciones, mientras Isabel seguía a Carlos, quien era empujado por las enfermeras en una camilla.
Miré preocupada a José, forzando una sonrisa que resultaba más triste que si hubiera llorado.
José suspiró: —Salgamos a caminar un poco.
El pasillo del hospital estaba tranquilo, casi sin movimiento. Esperamos juntos el ascensor en silencio.
Nunca había visto a José pelear con nadie; siempre era tranquilo, casi nunca se enojaba, así que verlo perder la compostura con Carlos hoy me sorprendió mucho.
A través del vidrio reflectante, noté su ropa desordenada, su corbata descolocada.
Extendí la mano para arreglarla, y al mirarme, solo vi culpa en sus ojos.
—Lo siento, José.
—¿Por qué te disculpas? —Preguntó con voz grave.
Bajé la mirada, incapaz de sostener la suya: —Por involucrarte en mis asuntos personales sin resolver.
Él me dio una palmada en el hombro, su voz fría pero reconfortante: —Ya te has disculpado una vez, María. No es tu culpa.
Mor

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