Capítulo 50
Mi sonrisa se congela y el teléfono cae al suelo con un estrépito.
Carlos me pregunta: —¿Qué sucede?
Miro hacia él incrédula, olvidando incluso recoger el teléfono.
Mi voz tiembla y mi corazón late más rápido, llenando mi pecho con el miedo: —Isabel está en mi casa.
Un silencio se cierne en el coche por unos segundos, solo interrumpido por el sonido de la lluvia golpeando las ventanas.
—No te preocupes, ella no le hará nada a Silvia.
Aunque lo dice, noto que Carlos acelera el coche y aprieta el volante con más fuerza, las venas de sus manos casi a punto de estallar.
Me inclino para recoger el teléfono y recuerdo los mensajes previos de Isabel. La llamo de vuelta.
La llamada se conecta casi inmediatamente.
—Hola, María.
La voz aparentemente tranquila y suave de Isabel lleva un matiz de schadenfreude.
Pregunto con terror: —¿Qué estás haciendo en mi casa?
La última vez se atrevió a atropellarme con su coche, y ahora, ¿quién sabe qué más podría hacer?
Aún tengo las imágenes de vigilancia d

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