Capítulo 52
—La estación de policía está a solo quinientos metros de aquí, así que la respuesta es rápida.
—¡Te atreves! —Isabel golpea violentamente el suelo, salpicando lodo, y dice entre dientes. —¡María!
El vestido blanco de Isabel está empapado en barro, mostrando su estado desastroso.
Su mirada sigue siendo venenosa, afilada como un cuchillo. Si las miradas mataran, ya estaría despedazada.
Me agacho suavemente, alisando mi falda, y le hablo en voz baja: —He investigado un poco sobre tu pasado, ¿recuerdas a Fernando y Mateo?
—¿Qué dijiste?
Isabel, que parecía un leopardo acechando en la noche, se paraliza de repente, como si la hubieran electrocutado, reduciéndose a un gatito.
Puedo ver claramente cómo el asesinato en sus ojos se transforma en un temor infinito, y su cuello se tensa y mueve con lentitud.
Esbozo una sonrisa maliciosa, saco un pañuelo de mi bolso y limpio el barro de su barbilla: —Ellos ya han sido liberados. Si no quieres volver a verlos, mantente alejada de mí, ¿entendido?
Is

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