Capítulo 1056
—Has entendido mal; planeo regresar al campo, a la casa de la abuela Ruiz, para ver cómo está.
Decía ella.
Los oscuros ojos de Alejandro se relajaron al escuchar la explicación de Ana.
El corazón, que había estado previamente agitado, mostraba inesperadamente destellos de placer.
—¿Cuándo?
—Mañana regreso.
Alejandro no preguntó más, pero con los ojos semicerrados, parecía estar reflexionando sobre algo.
Ana subió directamente a cambiarse de ropa.
Un momento después, bajó las escaleras justo cuando Alejandro colgaba el teléfono.
Luego la miró: —Hice que el asistente Eduardo comprara boletos de tren; iré contigo mañana.
—¿Qué? —Ana, sorprendida, preguntó—: ¿Vas a venir al campo conmigo?
—Sí, ¿hay algún problema?
Ana negó con la cabeza: —No hay problema, solo que el campo es un poco rústico. ¿Podrás adaptarte?
Alejandro levantó una ceja: —¿Hay algo a lo que no pueda adaptarme?
—Bien. Ya compré los boletos de tren; nuestros asientos no deberían estar juntos...
No había terminado de hablar

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