Capítulo 1848
—Josefina, me siento mal...
La voz del joven era lastimosa y contenida, provocando una gran compasión y pena en quien la escuchaba.
Josefina sintió lo caliente que estaba la palma de su mano y solo pudo hablarle con delicadeza, como si intentara calmar a un niño: —Tranquilo primero te ayudaré a levantarte, luego iré a buscar medicina, y cuando tomes la medicina, te sentirás mejor.
Bernardo miraba a Josefina frente a él, sintiendo un fuego incontrolable que crecía desesperado en su interior, ardiendo de forma descontrolada en su corazón. Quería poseer a la persona frente a él.
Deseaba como fiera probar sus suaves y rojizos labios, acercarse a ella, tenerla y luego mantenerla a su lado para no dejarla ir nunca más, sin tener que pensar todos los días con nostalgia si la volvería a ver o no.
Estos pensamientos surgían en él de manera incontrolable.
Pero su razón le decía que no podía tratarla de esa manera, que no podía ser tan malo.
No podía ser tan despreciable.
Ella lo odiaría profunda

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