Capítulo 32
Herbert me echó encima su chaqueta y me pegó contra su pecho con fuerza. Todo se volvió oscuro, mi cabeza rozaba su barbilla y no podía ver nada de lo que estaba pasando afuera. Pude oler su colonia, y a pesar de los vítores y exclamaciones del público, me sentí increíblemente segura y cálida en su abrazo. No sabía en qué momento había ocurrido, pero ya no parecía odiarlo tanto como antes. Estar entre sus brazos se sentía... agradable.
—¡Tiren el agua! —gritó el presentador y sentí como el agua caía encima de nosotros, pero yo me mantuve casi seca. Lo abracé con fuerza por la cintura y cerré los ojos, esperando que la menor cantidad de agua helada le cayera a Herbert. No quería que se enfermera.
—¡Qué buen jefe es el señor Wharton! Se preocupa bastante por sus empleados, prefiere recibir él toda el agua en vez que dejar que la señorita se moje. ¡Ah, qué afortunados son ustedes por tenerlo!
Unos segundos después, Herbert me soltó y nos separamos lentamente. La chaqueta estaba moj

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