Capítulo 15
Ya sabía que era Ramón, sin necesidad de voltear siquiera.
Me detuve y lo miré.
Al verme parar, se apresuró a acercarse, con un brillo ansioso en los ojos: —Sigues amándome, ¿verdad? Sabía que no podrías olvidarme.
Solté una risa fría: —¿Y por qué piensas eso?
Con un poco de vergüenza, dijo: —Eres la señorita de la familia Cisneros y, aun así, trabajaste tanto por mí, entregándome todo tu sueldo. ¿No es eso prueba de que me amas?
—Además, el regalo que te mandé ayer no me lo has devuelto. Si lo aceptas, es que quieres reconciliarte conmigo, ¿o no?
Su nivel de confianza y la lógica retorcida me dejaron sin palabras.
Entonces Daniela intervino: —Te aclaro algo, lo que te mandó ayer no fue tirado a la basura porque, cuando Patricia regresó, se me olvidó decírselo. Si lo quieres, más tarde puedes mandar a alguien a recogerlo en la puerta de nuestro dormitorio.
Ramón frunció el ceño, sin entender.
Daniela añadió: —Porque en cuanto Patricia vuelva, lo va a tirar.
Al oír eso, la cara de Ramón

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