Capítulo 371 No solo un animal sexual
El bar de flamenco servía un vino tinto español intenso, que al probarlo resultaba redondo y con un leve aroma frutal. Como era invierno, pidieron el vino caliente, y Silvia tomó un sorbo ligero: —Ángel, tú…
—¿No me llamabas “Ángelito”?— preguntó Ángel en voz baja. Silvia, sosteniendo la copa, tembló ligeramente y unas gotas de vino salpicaron sobre la mesa, dejando un rastro.
Ella había usado ese apodo la noche anterior, y él claramente lo había escuchado.
Ángel la miraba: —Nunca antes me habías llamado así, ¿cuándo pensaste en ese apodo?
Silvia limpió el vino con una servilleta, pero la mancha permaneció en la mesa.
Ángel seguía observándola; sus amigos generalmente lo llamaban “Ángel”, y era la primera vez que alguien lo llamaba “Ángelito”.
Sonaba más íntimo que “Ángel”.
—¿Lo pensaste estos días?— Él creía que durante el tiempo que había estado con ella, y dado que ella se había mostrado más afectuosa, había surgido el apodo.
Pero no era así.
Ese apodo había estado en su corazón por

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