Capítulo 292
Samuel se quedó a un lado, con la mirada baja y una expresión indiferente y aturdida. La sala estaba llena de tensión. Al ver las expresiones en los rostros de ambos hombres, todos supieron lo que significaba: su consentimiento silencioso.
—Tú… —Los ojos de la anciana se llenaron de lágrimas, a punto de desbordarse—. ¿Por qué tienen que hacerse tanto daño? ¿Cómo pudieron…?
—Anhelas la vida de Pudding... ¿Quieres que muera? ¿Cómo pudiste tener pensamientos tan aterradores cuando eras tan joven? —gritó, con el rostro deformado por una ira poco común. Sus puños apretados temblaban sin control—. Pudding... ¡Él también es tu hermano menor!
—¡Nunca trataron a Robert como a un hermano! —intervino Celeste, con la voz entrecortada por la emoción y las lágrimas corriendo por su rostro—. ¡¿Qué podrán hacer para pagarle lo que le deben?!
—¡August, Samuel! —dijo el anciano, con voz tranquila pero llena de fría autoridad—. Aquellos que dañan a sus propios parientes no tienen lugar en esta familia. Y

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