Capítulo 77
Los dos estaban con que señorita por aquí y señorita por allá; uno le ofrecía uvas peladas, y el otro le daba vino y agua.
María, encantada con tantos halagos, no se olvidó de llamar a Lucía: —Lucía, no seas tan recatada conmigo. Si te gusta alguien, pídelo directamente. Yo te invito, esta noche vamos a divertirnos a lo grande.
Lucía sonrió y rechazó con cortesía. —Agradezco la amabilidad de la señorita María, pero mejor no. No me entusiasman mucho estas cosas.
María sonrió con picardía. —Claro, después de haber dormido con señor Tomás, un hombre tan extraordinario, los demás debieron de parecerte bastante sosos.
A esa frase, Lucía no supo qué responder, así que solo aprovechó el momento de beber agua para ocultar su incomodidad.
Después de bromear un rato, María mandó a los dos hombres que se marcharan.
Cuando ya no hubo nadie más, Lucía mencionó el tema del proyecto.
—Ahora que ya renunciaste, ¿piensas hacerlo por tu cuenta o buscar otra empresa? —A María le interesaba especialmente

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