Capítulo 58
Ella, con el rostro frío, dijo: —Reconoce tu lugar, solo eres un mayordomo, no te corresponde darme lecciones.
Diego, algo molesto, respondió: —Señorita Alicia, aunque solo sea un sirviente, también tengo derecho a decir la verdad.
—¿Y por qué debería escucharte?
Cuando Alicia volvió a Casa García, se había quedado sin paciencia.
Antes pensaba que bastaba con observar desde la distancia y no preocuparse.
¡Pero hay quienes abusan!
¡Como este Diego!
—Alita, ¿qué ha pasado?
Vicente, al oír que algo sucedía de boca de los sirvientes, subió apresurado, y al ver la comida derramada, instintivamente dijo: —¿No te gustó la comida?
Diego, con lágrimas en los ojos, dijo: —Señor Vicente, solo intentaba aconsejar a la señorita Alicia que no debería comer sola en su habitación, la gente hablará. Pero la señorita Alicia no solo derramó la comida, también dijo que yo solo soy un sirviente y no tengo derecho a hablar.
Vicente frunció el ceño: —Diego, realmente no tienes derecho a aconsejarla.
Diego se

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